Puerto Rico y la ciencia espacial después de Arecibo
¿Cómo llenar el vacío del radiotelescopio más potente del mundo? Cuatro años después de su colapso, comienza un nuevo capítulo.
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En una esquina de su laboratorio, el profesor Abel Méndez, director del Laboratorio de Habilidad Planetaria de la Universidad de Puerto Rico, conserva uno de sus recuerdos más añorados sobre el radiotelescopio de Arecibo, el que fue, por más de 50 años, el más grande del mundo. En hojas sencillas pegadas sobre la pared, se puede ver el horario que tenían asignados astrónomos y científicos de todo el mundo para pasar entre dos y cuatro horas usando el radiotelescopio y escuchando el universo. Sus iniciales -muestra Méndez- están allí: AM.
Obsesionado por explorar la habitabilidad en otros planetas o exoplanetas, desde 2017 el profesor iba frecuentemente al Observatorio de Arecibo, a unos 30 minutos de distancia en carro desde la Universidad, a poner el foco en las estrellas. “Hay estrellas muy activas, como las enanas rojas, y otras como el Sol, que se podría decir que son más bien tranquilas”, comenta. “Para lo que usaba el radiotelescopio era para observar cuáles son las estrellas más estables porque, alrededor de estas, es más posible que existan planetas con una atmósfera más habitable”, agrega. Arecibo, de alguna manera, le permitía saber qué priorizar en su investigación.
Hasta que, el 1 de diciembre de 2020, el radiotelescopio colapsó.
En Puerto Rico, y entre la comunidad científica, todos parecen recordar cómo se enteraron de la caída del gigante telescopio, que tenía un plato reflector esférico de 300 metros, solo superado en el 2016 por el Fast de China, de 500 metros. “Estaba en mi casa y, aunque no me cogía de sorpresa, me quedé como dos minutos en silencio”, recuerda Méndez. “Me llamaba la prensa y yo no quería salir al aire o ir a ver de cerca lo que había pasado”.
El profesor Ángel Acosta, físico y geólogo, que usaba los datos del radiotelescopio para enseñar y hacer comunicación científica, se enteró por los medios de comunicación. “Al día de hoy no he sido capaz de terminar de ver el video del colapso”, dice refiriéndose a una serie de imágenes que quedaron grabadas con dron del momento en que el reflector gregoriano del radiotelescopio caía sobre la plataforma.
Luisa Fernanda Zambrano, científica planetaria colombiana que trabajó con el radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico desde 2013, observando y caracterizando asteroides, recuerda con dolor aquel día: “Yo lloré, mi equipo lloró, todos estábamos llorando”, cuenta desde su oficina en Estados Unidos, donde trabaja con el Instituto Espacial de Florida de la Universidad Central de Florida.
Pero, más allá de la tragedia, Arecibo dejó un legado científico inimaginable. Por ejemplo, en 1965, permitió revelar que la rotación de Mercurio dura 59 días; en 1974, descubrió el primer púlsar binario, que llevó a los físicos Russel Hulse y Joseph Taylor a ganar un Premio Nobel; en 1981, produjo el primer mapa de la superficie de Venus, y en 1992 identificó el primer exoplaneta. A lo largo de los años, se conoció gracias a él que había asteroides que pasaban en parejas o en tríos. En noviembre de 1974, además, y gracias a que Arecibo no solo escuchaba el Universo, sino que tenía un radar que le permitía emitir señales —el más potente del mundo—, envió el primer mensaje al espacio. Era información sobre nuestro Sistema Solar, la Tierra y el ser humano que se dirigió a un cúmulo de estrellas, llamado M13, que está a una distancia de 25.000 años luz.
Pero Arecibo también se coló en la cultura popular. Apareció en las películas “Golden Eye,” “Contact” y “Species.” “Era un lugar turístico y una parada obligatoria para los científicos de la isla o que venían a la isla”, comenta Acosta. En 2023, cuando ya solo había ruinas del telescopio, Ashley Ann Cariño representó a Puerto Rico en Miss Universo con un traje típico en homenaje a Arecibo. Era una alusión a la nostalgia, a cómo la isla había perdido uno de los instrumentos más cautivantes y poderosos para escuchar el espacio.
Zambrano, apasionada por los asteroides y parte del programa de la NASA que usó el radiotelescopio para poder caracterizar cuáles podrían ser un peligro para la Tierra, aún trabaja con las observaciones que hizo con Arecibo. “Se siguen procesando los datos tomados con este telescopio, porque son una herencia enorme que nos dejó”, afirma. Ella reconoce que en parte se fue de Puerto Rico porque su instrumento de trabajo dejó de existir y, sin Arecibo, eran bajas las posibilidades de seguir con un buen salario.
Contar la caída de Arecibo es una historia de terror científico. El radiotelescopio venía de superar el huracán María en 2017 y el terremoto de enero de 2020, cuando en agosto de ese mismo año se partió un cable auxiliar. Todas las observaciones pararon mientras traían de Estados Unidos otro cable para repararlo. Pero, en noviembre, solo meses después, se soltó un cable principal y desalojaron todo el observatorio. En diciembre, el radiotelescopio colapsó y, pese a una fuerte campaña para que la National Science Foundation (NSF) lo reparara, un estudio forense apuntó que no era viable. En agosto de 2023, cerraron todas las instalaciones y se conoció que la NSF abrió una convocatoria para proyectos que quisieran usar el espacio.
El proyecto que fue elegido fue Arecibo C3, una iniciativa que esperaba abrir sus puertas en junio de este año a través de un piloto. (Actualización: La apertura del Arecibo C3 ha sido aplazado, y actualmente está programada para el 2025.) Todavía hay cierto enigma sobre qué hicieron allí adentro. “El nuevo Centro Arecibo para una educación científica culturalmente relevante e inclusiva, con habilidades computacionales y participación comunitaria (C3), continuará el legado de liderazgo del Observatorio de Arecibo dentro de Puerto Rico y la comunidad STEM a través de la educación, la divulgación y el desarrollo de la fuerza laboral”, dijo la NSF a América Futura en un breve comunicado.
Es decir, ya no se dedicará a la astronomía, sino a varias ciencias. Méndez, sin embargo, cree que igualmente habrá un énfasis en las ciencias del espacio, ya que su directora ejecutiva será la astrónoma puertorriqueña Wanda Díaz Merced, conocida por convertir los datos en sonido audible, ya que es invidente.
Hay expectativa sobre lo que pasará. A Arecibo ahora lo rodea cierto enigma. Algo que les preocupa a Méndez y a otros científicos es qué pasará con los instrumentos que tenía el Observatorio de Arecibo que no eran el radiotelescopio caído. “En especial, queremos saber qué pasará con un radiotelescopio de 12 metros que sigue permitiendo observaciones importantes”, comenta Méndez, explicando, también, que junto a un grupo de científicos le pidieron a la NSF poder entrar a ver su estado y conocer sobre su destino.
Aunque esta pregunta sigue sin respuesta concreta, la NSF explicó en un mensaje a América Futura que un espectrómetro y dos fotómetros fueron enviados a la isla Culebra, también en Puerto Rico, para que continúen haciendo investigación atmosférica. “El equipo del C3 de Arecibo tiene acceso a la instrumentación que permanece en el emplazamiento y puede optar por incorporarla a algunas actividades educativas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas”, aseguran, garantizando que considerarán propuestas para utilizarlos bajo subvención.
En Puerto Rico hay suspenso y esperanza. Pero C3 no lo tendrá fácil. Lo que le dejó Arecibo a la isla, a la ciencia y a la humanidad, son unos zapatos difíciles de llenar.
Esta historia fue producida por Science Friday y América Futura como parte de nuestro serie “Astronomy: Made in Latin America.”
María Mónica Monsalve is a journalist of América Futura at El País. She is based in Bogotá, Colombia.